jueves, 18 de octubre de 2012

En casa y con la boca cerrada


No me gustan ni el bipartidismo ni las listas cerradas ni las circunscripciones provinciales, productos de unas leyes que ninguno de los alternantes en el poder pretende cambiar. A ellos les va bien. Pero me gusta que haya alternancia pese a que tengo mis preferencias. Así que no me doy golpes en el pecho cuando gobierna el partido que menos me atrae. Lo acepto como algo natural.

Sin embargo hay estilos, y unos se me hacen más soportables que otros. Prefiero la humildad del que se equivoca y lo asume a la soberbia del que yerra y arremete contra quien lo señala. Prefiero las lágrimas del que se disculpa a las risas chulescas del que lo niega todo. No me gusta el cinismo de la mayoría de los políticos, me molesta el doble uso que hacen de la palabra democracia, me revienta que conviertan la mentira en justificación, la vergüenza en arrogancia, la decisión en excusa, el silencio en aprobación y la resistencia ciudadana en delincuencia. Hay políticos que dan asco.

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