viernes, 4 de enero de 2013

La noche del Rey no iba de esto




Empalagoso hasta la saciedad, Hermida mastica las preguntas como si le hablara a un idiota. Las formula de varias formas e incluso las adorna, haciendo gala de esa desmesurada retórica, tan suya. Además repite sin cesar las coletillas “su majestad” y “señor”, y las dice con un tono visiblemente forzado, como si quisiera aparentar en público el vasallaje de un súbdito que tal vez en privado no lo es.  

En este ambiente de comedieta comienza a hacer preguntas obvias, esperadas, de esas que ni siquiera hay que preparar antes, porque se contestan solas. Basta con soltar las frases al uso, ya se sabe, aliñadas con palabras mágicas como esfuerzo, lealtad, abnegación, entrega, servicio… 

Después le hace hablar del padre y de sus lágrimas en el día del entierro de éste. Un bálsamo. Luego del hijo. Más de lo mismo. Y finalmente del futuro. Suma y sigue. Y de pronto se acabó. Se acabó, sí, la charla se acabó en mitad del calentamiento. Nos quedamos como bobos mirando la pantalla.

Y aún así, hacia el final, sucede esa callada, esa mordida de lengua, a propósito de una pregunta que solo pretende ensalzar una larga trayectoria. Hablando de la lejana fecha de su coronación y de la situación en que se producía, dice el rey: “la responsabilidad que me caía de entroncar una monarquía con un… con un… con otro sistema”. ¿Evita nombrar la palabra tabú (dictadura, régimen autoritario...), o es un simple lapsus?

Por cierto, ya sabíamos que no iba a hablar del yerno ni del elefante, eso ya lo sabíamos. No somos tan ingenuos. Pero entre Urdangarín y los afectados por la inhumana Ley Hipotecaria en vigor hay muchos temas para hablar. Incluso podrían haber hablado de política, que ya se puede. Pero no, la entrevista al Rey no iba de esto.