Ya ha sucedido. Ahora el partido que gobernó hasta no hace mucho se lamenta por no haber actuado y el que gobierna dice que ya está
actuando. (Lo que ha hecho es elaborar una normativa de buenas prácticas que a
lo más que llega es a la recomendación de agotar todas las vías antes deproceder al desahucio, y a la que “voluntariamente” se puede adherir el banco
de turno).
Pero lo cierto es que se sigue aplicando una ley que echa de
su casa al que no puede pagar la hipoteca y no por eso queda cancelada la deuda.
No importa que esa ley esté caduca y que no responda a una realidad herida de
muerte por la crisis económica. No importa que la responsabilidad de las
concesiones hipotecarias están cuando menos compartidas entre prestamista y
prestatario. No importa que para sanear las pérdidas de la banca el estado
aporte dinero público.
Para cambiar la ley que hace posible este drama social hace
falta voluntad política, valentía para enfrentarse al poder económico y sensibilidad
para ponerse en la piel de los ciudadanos que pierden su trabajo, su casa y su
vida.
Poner fin a los desahucios debería ser una obligación para
nuestros dirigentes y no una recomendación que emane de ellos. Y si ellos no lo
entienden así, los ciudadanos debemos hacer que lo asuman. Presionemos desde
todas las instancias. Ya está bien, pongamos fin a los desahucios. Tenemos hipotecada nuestra casa, pero no somos ciudadanos
hipotecados ni vivimos en una sociedad de mierda. ¿O sí?
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